Un año más, Javier y yo tuvimos el privilegio de poder participar en la ya mítica Orbea Monegros, que en esta ocasión llega ya la XV edición, evento deportivo que siendo no competitivo pone a prueba, no ya a todos y cada uno de los  participantes si no también a los organizadores que como cada año se superan en la calidad y la atención hacia los cerca de 7.000 ciclistas que tomaron la salida el pasado 24 de abril en la localidad de Sariñena (Huesca). Sería injusto no mencionar a la localidad que nos acogió volcada al 100% con la prueba y sus participantes para agradecerles las muestras de cariño y apoyo que en todo momento nos brindaron.

Es una prueba dura, sin duda, en cualquiera de sus recorridos, ya fuera el corto, conocido como la media maratón, o el largo, la prueba estrella la maratón en la que tomamos partido en esta ocasión. Fueron 123 km preparados a consciencia desde la anterior edición, todo un año de dedicación, esfuerzo y trabajo que nos llevaron a la línea de meta con una sonrisa, a pesar del esfuerzo, de satisfacción y orgullo, hacia uno mismo y hacia el trabajo realizado, al poder constatar que el esfuerzo, la dedicación y el empeño da sus frutos y obteniéndose, la mayoría de las veces, la recompensa esperada.

Aunque parezca extraño, todas esas reflexiones se me venían a la cabeza mientras íbamos dando pedales –en algo hay que mantenerse ocupado porque si no corres el riesgo de darte cuenta de dónde estás y qué estás haciendo y acabar por decidir poner el pie a tierra– y me di cuenta que esto de los pedales y prepararse para una prueba no difiere demasiado, en su esencia, del trabajo que desempeñamos a diario en nuestro despacho. El estudio previo del expediente, la búsqueda de la mejor estrategia posible, la preparación y dedicación que le aplicamos a los expedientes, ya sean judiciales o extrajudiciales, la llevamos a cabo con la misma ilusión y tesón con la que nos hemos preparado, durante este último año, para participar en la prueba monegrina.

 

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